miércoles, 21 de octubre de 2009

SOBRE LOS EMPRÉSTITOS GENERADORES DE DEUDA

ALGO MÁS SOBRE LOS EMPRÉSTITOS GENERADORES DE DEUDA. SU EXCEPCIONALIDAD Y SU HABITUALIDAD REAL.


Como principio general, podemos afirmar que el uso del crédito público debe de tener carácter excepcional y extraordinario y debe restringirse al máximo su empleo, no sólo por razones financieras, sino también y en alto grado, por razones políticas. Ya que los mismos y la necesidad creada, condicionan cualquier proyecto de país soberano y más considerando que en la mayoría de los casos, los recursos provienen de los centros económicos de poder universal.

Ya el endiosamiento del capital y en particular del extranjero, venía de Alberdi. Capital al que según su criterio, había que otorgarle todas las facilidades dentro del país. Sarmiento también en el mismo sentido, afirmaba que cuánto más debemos más nos consideran en el mundo. Extraña perspectiva. Pero puede considerarse, claro, que los banqueros prestan sólo a quiénes tienen capacidad de repago y no a los menesterosos. Prestan a aquellos que viven de dichos préstamos y que no pueden estar sin ellos y que una vez contraídos quedan atados por tiempo indefinido a los mismos. Como pasa actualmente con nuestro país, donde la excepcionalidad de un empréstito ha dado lugar a su habitualidad, sin que por eso pueda hacerse más que pagar intereses, intereses de intereses y siempre de manera incompleta. Por lo que la deuda generada aumenta sin cesar.





En su libro “El crédito público, efectos y empleo” (Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1981, en particular págs.15 y 16), Víctor Ernesto Rodríguez Rossi, afirma que cualquier préstamo de hoy, se carga a las generaciones futuras, porque teóricamente estas también se beneficiarían de las utilidades de dichos préstamos. Aclarando no obstante que eso sería así, si los préstamos se aplicaran para usos de utilidad pública, como vías, caminos, explotación de minerales, etc. Pero que lamentablemente esos préstamos extraordinarios, se han hecho ordinarios y son utilizados en la mayoría de los casos para salvar déficits de presupuestos y para pagar deudas que tendrían que solventarse con recursos propios. Préstamos necesarios serían solamente utilizables, para gastos de defensa, de guerra, por epidemias o por catástrofes u otros motivos similares. Así afirma el “. . . abuso de este poder de tomar dinero sobre el crédito del Estado es de los más graves que pueden cometer los gobiernos, porque no solamente aniquila la fuerza productora del pueblo y su bienestar interno, sino que puede poner en peligro la consideración y la honra de la República ante las demás naciones”. En el mismo sentido, el autor cita a Joaquín V.González y a José A. Terry (ver su obra “Finanzas”, M.Biedma e hijo, Buenos Aires, 1898, pág.17), afirmando este que si bien el crédito es un recurso, enseguida se transforma en consumo o gasto, en forma de servicios anuales, pero “. . . si no se emplean de un modo prudente y económico, imponen obligaciones que pesan de un modo terrible sobre las generaciones venideras, deteniendo el progreso de los pueblos”.

En caso contrario el poder de compra de la población y sus recursos, va disminuyendo, ya que para afrontar el pago de los servicios e intereses de los empréstitos, se minimiza el poder del Estado para asistencia de la población y aún aumentan los impuestos, siendo en consecuencia, que en última instancia responden más los más pobres, ya sea con carestía o desocupación, para satisfacer a los prestamistas, cuyo pago se hace eterno.

Como la mayoría o la totalidad de los préstamos tomados después de 1976 y durante y después del gobierno militar, no fueron para beneficio de las generaciones futuras, estas tendrían que rechazarlos como deudas odiosas. Y a propósito, cabe preguntarse cuánto influyeron en las contrataciones las regulares y habituales comisiones.

Volviendo al autor citado, afirma que si bien el capital extranjero en algunos casos (v.gr.transporte, energía, etc.) colaboró en el desarrollo del país, en la práctica significó una fuga de riqueza muy superior a las inversiones productivas, dejando así por añadidura, pobreza real para el común poblador del país y una especie de sumisión política, al dios capital, en particular hacia los inversionistas ingleses.

Si bien al término de la Segunda Guerra mundial se difundió el crédito a través del FMI (financiación de déficits temporarios en las balanzas de pago de los países adheridos) y del Banco Mundial (préstamos de desarrollo), el problema ya desde su principio, fue que los préstamos eran absorbidos para cualquier fin y con el agravante de que los tomadores caían debajo de una superintendencia financiera y económica de ambos organismos, regenteados a su vez por las grandes potencias capitalistas.

Por su parte Héctor B. Villegas, en su “Curso de finanzas, derecho financiero y tributario”, Ed.Astrea, Buenos Aires, 2003, 8va.ed., pág.105, es categórico: “. . . .el crédito público debe ser utilizado en forma excepcional y restringidamente, y no para cubrir gastos considerados normales. . . ” pero lamentablemente “. . . la realidad actual demuestra que el empréstito ha perdido carácter de recurso extraordinario y es ahora una normal fuente de ingresos para los Estados modernos” (pág.107). Refiriéndose a un eventual repudio de una deuda internacional, aclara el autor que en 2001 en nuestro país, hubo sólo un default parcial pues se siguió aportando al FMI. Este fue finalmente levantado, aunque aún resta arreglar con los acreedores fuera del Canje de Dubai. Históricamente, después de la Guerra Civil en los Estados Unidos (1865), fue repudiada la deuda de los Estados Confederados perdidosos. También lo hizo Estados Unidos con la deuda de Cuba (1898) después de su agresión y también en un caso similar la Gran Bretaña con la deuda de los bóers en la misma época. Y también la flamante Unión Soviética con la deuda zarista (1918). Aquí puedo agregar personalmente, que todos estos repudios, se apoyaron en que los repudiantes eran más fuertes que los acreedores repudiados y en consecuencia, nada pudieron hacer estos para oponerse. Un caso excepcional, fue el de Costa Rica con una deuda que se le reclamaba ante la Corte Suprema de los Estados Unidos, que fue rechazada por odiosa y por consiguiente no susceptible de ser pagada. Aunque cabe agregar que esta generosidad del poderoso, se debió exclusivamente a que la deuda de referencia era miserable. Diferente sería el caso de una deuda relevante y que fuera repudiada por un país sin fuerzas. Como puede ser actualmente el caso del nuestro o de Ecuador. Lo que pasaría en cualquier caso de esa naturaleza, indudablemente entra en un espectro de terra ignota.

A su vez para establecer una pauta segura sobre la magnitud de las obligaciones pasibles de ser aceptadas, es interesante y verdaderamente ideal, lo que dice Eduardo J. Fasulino, en “Aspectos económico-jurídicos del endeudamiento externo”, pág.351 y stes. de la “Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones” n.129/130 de agosto de 1989: Las obligaciones derivadas del servicio de la deuda, no pueden ser superiores al ingreso de la balanza comercial o sea el superávit de las exportaciones con relación a las importaciones. Pero no parece que ningún gobierno haya tenido esto en cuenta.

Para terminar con esta reseña asaz breve del tema, cabe agregar palabras del general Perón, transcriptas en el libro de Rogelio García Lupo “Últimas noticias de Perón y su tiempo”, 1ra.ed., Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 2006, Capítulo Dieciséis, pág.273 y stes. Las mismas fueron pronunciadas en la Tercera Conferencia de Gobernadores, el 4 de febrero de 1952, convocada por la presidencia de la república. Afirmó Perón: “. . . .decirle a nuestro pueblo que es menester derrochar menos, como también es necesario decirle que produzca más para que haya más márgenes exportables y para que podamos nosotros nivelar nuestro presupuesto de divisas, que con motivo de no ser partidario de empréstitos tenemos que servirnos con lo producido por nosotros mismos”. Y más adelante, más explícitamente: “Yo podría hacer inmediatamente un empréstito en una parte o en otra. En este momento bastaría que yo dijera que sí a algunos, para obtenerlo. Pero yo tendría que bajar la cabeza, como Presidente de los argentinos, lo que significaría que toda la Argentina baje la cabeza. No, señores, nosotros no vamos a hacer empréstitos. Si es necesario vamos a comer menos, vamos a gastar menos en ropas, menos en cosas superfluas, tendremos menos automóviles. Todo lo que quieran, pero empréstitos no; empréstitos no vamos a realizar. Vamos a conquistar la riqueza con nuestro trabajo y, si es menester, con nuestro sacrificio, pero no recurriremos al usurero. Ese camino lo conocen todos muy bien. ¡Pobre del que cae en manos del usurero! ¡Bueno! Pobre del país que cae en manos de los actuales usureros, porque esos le sacan no sólo el dinero sino la independencia, la libertad y la dignidad”.

Indudablemente así es. Y como acotación final, cabe agregar que los usurpadores del poder en 1976, alegaron entre otras cosas “la magnitud de la deuda externa”. Cuando la misma era inferior en un 50% a lo que se paga ahora anualmente, nada más que en concepto de intereses. ¡Cuánta mentira y cuánta maldad¡ Creció la deuda en proporción geométrica y actualmente está alrededor del 70% del PBI, con tendencia ascendente y sin perspectiva de que la situación mejore, por inercia, por debilidad, por ignorancia, por soberbia y por corrupción.

LA PLATA, octubre 20 de 2009.


SILVIO H. COPPOLA
Miembro del Foro Argentino de la Deuda Externa , Foro Regional La Plata , Berisso y Ensenada

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